Tantas veces me pregunto a diario, ¿qué es lo que mueve al
hombre? Sueños, ilusiones anhelo. Que es lo que no lo deja dormir por las
noches o en lo contrario le lleva a un páramo tan secreto, tan suyo,
ornamentado de gratos pensamientos.
¿Porque suspiran los hombres? ¿Qué es lo que les quita el
aliento? El poder, la grandeza, la gloria o el amor. Todos llevamos en alguna
medida un poco del Quijote dentro. Pero hay ciertas personas que un poco más.
Aquellos partidarios de lo imposible, que luchan por causas perdidas, esos que
se enamoran de las ideas y de los ideales. Esos que persiguen las estelas de
las estrellas fugases que se pierden en el firmamento distante, esos que se
animan a vencer lo invencible. Que personas bellas en el sentido romántico de la visión
y que desgraciadas en el campo realista de la vida. Donde en silencio se ahogan
en mares de frustraciones y de lágrimas truncadas. Porque no todo en la vida
son sueños y no todo lo que uno admira está al alcance, porque las cadenas de
la rutina no son fáciles de romper. Porque añorar cosas distantes, reflejarse
en ojos antiguos no puede ser.
Benditos aquellos que
siguen ideales abolidos, aquellos que aman cosas que se han ido, mujeres que no
existen, que sueñan lo imposible y lo defienden cada día con mentes aladas que
se elevan más allá de las del resto de los mortales. Que buscan la forma de la
idea y la belleza del ideal. Dichosos aquellos soñadores que viven la vida
soñando, que no temen enfrentarse a los molinos de viento, que buscan a Dulcinea,
ese símbolo de belleza y virtud en cada paso que dan en cada día de sus vidas…
Benditos aquellos que
como el Quijote viven respirando sueños, ilusiones en el campo del amor y la
vida. Como lo hizo mi querido Bécquer y lo dejo plasmado en su Rima numero XI:
Rima XI: Yo soy ardiente,
yo soy morena.
Gustavo Adolfo Bécquer.
-Yo soy ardiente, yo soy morena,
yo soy el símbolo de la pasión;
de ansia de goces mi alma está llena;
¿a mí me buscas? -No es a ti, no.
-Mi frente es pálida; mis trenzas, de oro;
puedo brindarte dichas sin fin;
yo de ternura guardo un tesoro;
¿a mí me llamas? -No, no es a ti.
-Yo soy un sueño, un imposible,
vano fantasma de niebla y luz;
soy incorpórea, soy intangible;
no puedo amarte. -¡Oh, ven; ven tú!