lunes, 24 de agosto de 2020

Yo sé de un imperio basto y desolado.


Yo sé de un imperio basto y desolado.

Impalpable pero enorme, magnifico pero desierto.

Se dé un imperio de maravillas invisibles, de parajes inexplorados.
Y de templos solitarios.

Se dé un imperio tan viejo como mi alma, tan grandioso como mis sueños.

Yo sé de un imperio, cuan trono vacío se encuentra.

Yo sé de un imperio bondadoso y austero, creativo y misericordioso.

Yo solo sé que el silencio lo habita y todo en él es ética.

Yo solo sé que cada vida tiene uno guardado en su alma.

Yo solo sé que dura lo que esa vida exista.

Yo solo sé que en el silencio se hace más sabio y la meditación lo fortalece.

Yo solo sé que el tiempo lo engrandece y lo extingue.

Yo solo sé que hay que visitarlo siempre y tratar de habituarse a sus aposentos.

Ese imperio que en las horas con nosotros mismos se hace más fuerte,
es el que en el mutismo nos hace más prudentes.

Es la joya preciosa que todos llevamos dentro, es el palacio de nuestra alma.

Es donde mi mente reposa en las horas solitarias.

Yo sé de ese imperio, panteón formidable en lo profundo de mis ojos.

Reserva todas las delicias que mi mente ama.

Y vela sin descanso cada una de mis ideas.

Y le da forma y carácter a cada una de mis ocurrencias.

Imperio maravilloso cuan son las magníficas musas que te habitan,
cuales son ellas que la pluma y la espada sostienen.

Forjan entre sus manos el amor, la guerra y la poesía.
Quienes son ellas que me imparten justicia y continuo consejo.

Acaso son ángeles que dentro mío habitan en un invisible recinto en el que a mi alma elevan?

O son las musas de antaño que a los hombres buenos inspiran?

Más no sé qué son, las guardianas de mis ideas, las forjadoras de mis pensamientos.

Solo sé que son las únicas que moran en ese imperio colosal y escondido. Ese imperio que existe en los territorios de la soledad y en él se levanta magnifica y sublime la intangible conciencia.



Como dijo Gustavo Adolfo Bécquer:

“La soledad es el imperio de la conciencia”