Hace poco mas de tres años que había partido de viaje. No exactamente de viaje por lugares lejanos, sino un viaje de oportunidades, a comenzar una nueva etapa, a abrirme nuevos caminos en la vida. Debido a muchos sinsabores que experimente ni bien comenzó esta travesía, me vi forzado a dejar muchas cosas de lado. Una de ellas fue este querido espacio tan mío y personal en el que disfruto encontrarme conmigo mismo. Que me sirve para evaluarme y redescubrirme, no solo es escribir, también es leerme, mis pensamientos y todo lo que hay en ellos.
Hoy ya terminada aquella aventura, vuelvo a este paraje, a este rincón personal. He vuelto lleno de marcas, algunas son heridas que llevo abiertas y me duelen. Otras ya están cerradas y me han servido de aprendizaje. Pero a fin de cuentas todas me han servido para crecer. Tengo el corazón dolido porque vuelvo con las manos vacías. Vuelvo solo a mis noches de otoño, que este año son muy frías y tengo frio. Un frio que causa la desilusión, la frustración, la amargura, los sueños rotos...
Me encantaría poder y habría sido la idea, de volver a escribir contento, realizado, con un mundo nuevo forjándose sobre mis espaldas. Pero vuelvo aquí a hablar de nostalgias y con este tono triste escribo estas frustraciones. Aunque en un punto esta aventura devenida en desventura no ha sido tan mala, ni mucho menos. Como cualquier viaje de importancia que uno emprende en la vida. Si con sabiduría se transita, es una certeza que volverá siendo una persona distinta.
Agradezco los cambios, las lecciones y todo el aprendizaje. Y me bebo con gusto, esa tristeza amarga, ese dolor por el que las cosas no salieran como uno hubiera querido. Lo tomo con gusto, porque uno nunca sabe cuando en un día cualquiera nacerá una nueva aventura. Si mientras estemos respirando, todo es posible!
Aquí frente a esta vista, veníamos a soñar, a charlar de aquellos planes. Que conversábamos de camino subiendo por las cuadras solitarias de la vieja loma. Este viernes frente a esta misma postal, en una fría tarde lluviosa de otoño. Acobijados bajo aquel solitario paisaje de las centenarias casas al amparo de la noche desolada, terminamos aquella ansiada quimera. Ojala y así sea, estas mismas sean las calles que nos vuelvan pronto a escuchar, tramar nuevas aventuras...