viernes, 18 de mayo de 2018

El beso...

 La ultima vez que publique hable del poder de las imágenes, lo que pueden simbolizar y sus diversos significados. El tema es para seguir hablando y hace unos días por la mañana yendo a mi trabajo me tope con este gastado mural. Una alegoría al Beso de Klimt desgarrado por los vientos marítimos que vienen de las playas. Me detuve por un momento y recordé cuando encontré el original mientras recorría el Belvedere en Viena, tan lleno de vida, tan vibrante. Una obra preciosa de dos personas que se contienen mutuamente en una postal amorosa que representa un esplendido tributo al amor. Y pensé nuevamente en el poder de las imágenes, una imagen tan bella, tan delicada como esta, queda grabada en la mente de algún espectador que por casualidad o no la vio en algún momento de su vida. Y en un lugar tan lejano, tan austral del mundo en una ciudad tan diferente a la que el original se encuentra. En un muro cualquiera un individuo inspirado rinde su tributo. Y esa reencarnada belleza al sur del mundo deslumbra al caminante casual que por allí pasa. Un hombre cualquiera que mira sin saber de que se trata, otros que conocen el cuadro original que por algún lado han visto su foto y otros que si lo vieron, pero que el mural les trae viejos recuerdos de días inolvidables, de una ciudad lejana de un continente lejano... en fin de tantas cosas... Que generador de sensaciones es el gastado mural. Que al momento de verlo flameando sus pequeños trozos de pintura al viento, he de pensar hasta las oceánides que desde la costa contemplan darían a cambio todos los tesoros del mar por un poco de ese amor divino que el viejo muro retrata...


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