Pero en fin fueron tantas cosas las que se me cruzaron por la mente en el corto tiempo de unos minutos, que nunca sabre porque pero aquellas musas que inspiraban a estos nuevos pintores de trípode y rollo del siglo XX. Guardaban algo en sus ojos que era único y especial, algo que murió con ellas hasta cierto punto porque quedo retratado en imágenes como algo una vez real y palpable que se transformo en leyenda. Simplemente eran sus ojos como si en ellos guardaran los tesoros de la Atlantida, aquellas musas de los años 10, 20 y 30 aquellas ninfas de blanco y negro y sepia. Guardaban en su mirada un místico encanto que aunque mil mujeres de las mas bellas retraten hoy día con las mismas técnicas sus ojos las delatan. Ellas no son las de antes...
Y sobre el arte, tan hermoso y diría sagrado en tantas de sus expresiones que en resumen puedo decir que tiene ese poder de volver las cosas terrenales en algo divino y a una simple dama de la que ni el nombre se sabe, ni su vida sus rumbos y su destino, en una eterna belleza que no se marchitara con los años.
"Dime que pasaran los años y me veré igual de joven. Vamos!
endúlzame la mente con hermosas mentiras que como las flores se marchitaran en
los suspiros de las noches. Por eso evítame el dolor que traen los años a
través de los espejos. Y atrápame en una imagen como un fantasma de luz para
así vivir por siempre en los ojos que me miren..."
Fotografía de Alfred Cheney Johnston (1924).
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