domingo, 5 de mayo de 2019

Estudio de las banalidades en una media tarde soleada.

 Volviendo a mi casa, esperando a cruzar la calle me tope con un pequeño grupo de gorriones refrescándose en un charco. Me apresure a tomarles una foto, mal ubicado y mal sacada. No quería molestarlos acercándome excesivamente y que mi presencia los espantara, no tenia intención de arruinarles su feliz momento. Y pensé en ellos, en lo felices que eran con algo tan mínimo como remojarse en un charco. Y pensé en nosotros los humanos, que ni damos gracias por la ducha matutina, el agua caliente que a diario nos cubre y otras gentes en lugares lejanos desearían saber como se siente. Rescato la simpleza y la sencillez de los gorriones que saben como ser felices y ellos no tienen nada mas que a ellos mismos... Y vuelvo a pensar en nosotros que nada nos alcanza y en nuestras aspiraciones permanentes esas ambiciones que nunca cesan... La ropa, los teléfonos, la computadora, la consola de vídeo juegos, las salidas, los títulos, los sueldos y por supuesto esta mas decir las selfies para demostrar a todo el mundo que ni siquiera nos conoce que somos felices y perfectos! Y vuelvo mi mente a los pájaros y su corta y simple vida que no mira objetos materiales sino mas repara en el espíritu libre de las cosas bellas y efímeras. Y camine todas las cuadras que sucedieron a aquella foto pensando y pensando. Y mientras escribo vuelvo mi mente hacia ellos y hacia Becquer el poeta inmortal que a su libro lo llamo "El libro de los gorriones" que sabio fue en su corta vida que al igual que los gorriones vivió del espíritu, sin nada que aspirar mas que el amor por las cosas y por los otros, muy por el contrario del resto de los mortales de los que hoy no quedan ni sus nombres. Y es que me digo a mi mismo hay que vivir mas con el corazón desprendido, aquel que en un suspiro levanta vuelo por las tardes, las noches o las mañanas y va en compañía de los gorriones para remojarse en los charcos a la sombra de los arboles...



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