Fue uno de esos días mal
nacidos, en el que se me ocurrió volver a los tiempos pasados. Un viejo reloj
se asomó entre las olvidadas cosas que llevo guardadas, ese reloj de bolsillo
detenido en el tiempo, como marcando una muerte…
Un corazón mudo que sostengo
entre mis dedos, ahí hace ya ni recuerdo cuando sus agujas perecieron en una
media noche de 15 horas, en esa madrugada larga y lluviosa junto a una carta
mojada que no quise leer. Sé que se marchó en silencioso paso bajo la tupida
lluvia y desde aquella noche no la volví a ver. Y ahora absorto, este viejo
fantasma vuelve a mi vida y me roba el aliento, noche negra de Ganimedes, fue
la última de todas. Fue en la lluvia que se confundieron las lágrimas, las mías
como las suyas y las palabras nunca se cruzaron, jamás nacieron de nuestras
bocas. Y ahora aquí esta vida de caprichosos menesteres, me hace volver a donde
nunca más jure.
Un amigo de años me dijo, que por otra
casualidad reencontré, “Ya no es lo mismo, las cosas cambiaron desde que te
fuiste y aquel bar no ha sido la excepción, ahora todo tiene un toque francés.”
Después de ello, no deje de contar
minutos y pasaron las horas y volví a pisar Ganimedes, sus muelles y el puerto.
Las gaviotas rapases siempre a la caza, como los condenados pescadores,
eternamente abocados a las mismas labores, hay cosas que nunca cambian... Camine
por las sucias calles, el rostro se me transformo, sentí el paso del tiempo y
por todos los rincones me asolaron los recuerdos como animales salvajes
sedientos de mis penas. Baje la mirada y metí mis manos en los bolsillos,
resignado a no tener más opciones tome ese camino que nunca olvide y llegue a
un arrumbado sitio, donde un derruido cartel sobre el suelo anunciaba un nombre
“La Fin”.
Me detuve ante la puerta y cerré los ojos
tratando de dilatar al menos unos segundos más ese encuentro inevitable que
inconscientemente por tantos años había anhelado. Y ahí estaba el bar solitario,
poco había cambiado de él más que su nombre, todo seguía igual. Las mesas, los
taburetes y la barra llena de marcas de tantos tragos despachados a cuantos
anónimos que por allí pasaron. Tan solo unos adornos me eran extraños y un
joven muchacho que al preguntar por ella poco quiso decirme. Hasta que su voz
interrumpió en el recinto y vi su figura reaparecer detrás de una roja cortina,
era como una sombra, como un espectro del ayer, que de un pasado que creía
olvidado volvió a asolar mis días. Y sus labios pronunciaron mi nombre, con los
ojos atónitos y a la vez amables lo volvió a repetir nuevamente, con su dulce
voz que era para mí ya un tesoro perdido. Sin sorprenderse como esperando este
día, sabiendo que el viajero que huye tarde o temprano detiene su andar. Mis
ojos brillantes muy grandes se abrieron y ella pidió un momento a solas con su
viejo amigo. Las frases breves, el tono
cortante de las palabras y el aire enrarecido, bebí ya ni sé que, masticando
nervios.
Solo le ofrecí volver para así sanar de ambos las cicatrices, corazón
traidor! Nunca vuelvas, no hay que ser reincidente con una mujer. Y ella me
dijo que otra vida había construido, que yo era demasiado para ella, que Ganimedes entero ya era pequeño para mi. Que siga mi camino, yo ya era parte del ayer. Sin
más que decir resigne todas mis palabras y borre todos mis pensamientos, me fui
en silencio sin un reproche, otro pedazo de vida dejado al olvido.
Quien diría las vueltas del camino, el amor de
mis mejores años me dejo por un tipo buscado por la ley. Y en el ocaso de esa jornada. Destino vengador, la vida nos encontró nuevamente, frente
a ella, frente a él. Trato en vano de defenderlo y por cobardía o por un poco
del amor que aún me guarda, no lo sé. Erro algunos disparos y no pudo lograr cuidar de aquel muchacho cobarde que nada valía.
Para su consuelo le mencione,
en algún tiempo el saldrá y lo podrás cuidar. Me di media vuelta y me retire en
esa noche clara junto al muelle frente al mar. Volví a colocar mis manos en los
bolsillos y saque nuevamente aquel corazón de engranajes muertos, hace ya tanto
detenido. Y con alivio, sin pesares, junto con todo aquel pasado lejano se
hundió en lo profundo del mar en ese largo día, esa interminable jornada que al
fin había acabado. Ese efímero tiempo de verano en el que retorne a Ganimedes.
Una breve narración del decimo capitulo del anime "Cowboy Bebop" titulado "Elegía de Ganimedes". Dedico este texto a un buen amigo al que gracias a el conocí esta obra maestra de la animación de la que soy adepto.
Cuando vi este episodio por primera vez no deje de pensar en Summertime, todo el tema me recuerda su atmosfera. Lo dejo interpretado por la fantástica Shaye Cohn en esta oportunidad al piano acompañando al Dr. Michael White. Grabado en 2019.